viernes, 25 de septiembre de 2009

Decisión.

Un local abandonado de una plaza comercial que tiene mucho tiempo que esta fuera de servicio.
Efervecencio esta acurrucado en una esquina del local, parece estar dormido, despierta lentamente, toma un collar de perro invisible, hace como que acaricia al perro.
Efervecencio: sabes, camino, estoy cansando de tener que vivir en este lugar. Siempre tener que caminar por los mismos pasillos, que no te llevan más que de vuelta al mismo lugar. ¿A ti no te dan ganas de ver cosas nuevas? ¿De caminar por nuevos pasillos? ¿De cruzar la puerta del letrero con letras rojas?... ¿Cómo que cual?, pues la que no se debe cruzar. ¿te cuento lo que soñé?... ¿Cómo que ya estas arto de escuchar mis sueños?, pero este es mejor que los anteriores… ¿Qué siempre sueño lo mismo?... pero esta vez es diferente. Porque ahora le haré caso al sueño… ¿Cómo que porque?, pues porque los sueños nos los mandan los profetas. Bueno. Quieras o no, te contare el sueño. En el tu y yo caminábamos hacia la puerta y la abríamos y del otro lado todo era blanco, muy blanco, brillaba tanto que los ojos se ponían chiquitos, chiquitos. En ese lugar se respira algo que nunca he olido aquí… ¿Qué?... pues porque olía diferente a aquí. El corazón nos vibraba fuerte, fuerte. Y lloraba, y tú, llorabas también. Y entonces desperté. Así que yo me voy y tu vienes conmigo. (Efervecencio da un paso pero camino no se mueve, lo que hace que Efervecencio no pueda seguir adelante. Por la fuerza del tirón, cae. Se levanta) ¿Cómo que no vas? pero si siempre hemos andado juntos. ¿Tienes miedo?... no te preocupes, ya verás como todo va a estar bien. Los sueños no mienten. (Efervecencio lo acaricia) No me puedes dejar solo camino… ni yo a ti. Nos hemos cuidado el uno al otro toda la vida. Además tú no eres nada sin mí. Así que andando. (Salen del local. Se escucha un estruendo. Camino se asusta y sale corriendo, llevando tras de sí trastabillando en la carrera a Efervecencio, quien grita despavorido. Corre por un buen rato cruzando de un pasillo a otro. Hasta que se detiene frente a la puerta del letrero de letras rojas. Este en realidad dice salida. Pero Efervecencio no sabe leer. Se quedan quietos, viendo la puerta. La miran, se miran, la vuelven a mirar. Efervecencio se acerca a ella lentamente, estira la mano, la va a tocar. Camino lo jala) tranquilo Camino, todo va a estar bien. No… no hay nada malo ahí… ¿Cómo crees?... yo lo soñé, muchas veces lo soñé… no puede ser mentira... no camino, no podemos quedarnos aquí… ya no podemos quedarnos aquí… no te das cuenta que esto se está derrumbando. Vamos, vamos, tranquilo, no dejare que nada te pase… ahora tranquilo, espérame aquí… iré y te demostrare que no hay por qué tener miedo… (Efervecencio camina, pero camino lo rebasa. El trata de detenerlo, le grita que no. Pero camino rompe la cadena y pasa la puerta. De ella entra una luz muy blanca y fuerte. Cegadora… Efervecencio ve por ella atonito, no se atreve a moverse. Lentamente baja la mirada, llora. Abraza la cadena. Se acerca a la puerta y la cierra. Regresa lentamente al local del principio, se sienta donde mismo.) Se me había olvidado que ya no queda nadie. Que ya no hay nada allá afuera. Ni comida, ni agua, ni estrellas que ver, ni caminos que te acompañen. Ya nada mas queda esperar y soñar, soñar, soñar… (Lo sigue repitiendo hasta quedar dormido como al principio.

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